Hace
unos meses realizamos una entrada citando un artículo que nos parece muy
interesante sobre los baños de contraste. Cobos M & Marín MJ, 2008 ponen de
manifiesto la variabilidad que existe en la aplicación de los baños de
contraste, esto es debido a que no existe evidencia científica sólida que
explique los beneficios atribuidos propiamente al contraste. De ahí que cada
fisioterapeuta siga una u otra corriente en función de lo que le hayan
explicado u oído. Pero de ahí también nuestra insistencia, y la de varios
colegas, en la necesidad de seguir investigando en este campo.
Los
baños de contraste se utilizan, sobretodo, en recuperación post fatiga (en el
campo del deporte). Una de las mayores razones por la que se aplica, es
que los baños de contraste parece
ser que pueden imitar uno de los mecanismos de recuperación activa, sin
necesidad de producir las mismas demandas energéticas: estimulación del flujo
sanguíneo y de la circulación, limpiado del lactato, reducción del edema y la
inflamación, alivio de la rigidez y el dolor y aumento del ROM retrasando las
DOMS (Cochrane R, 2004). Aún así, hay que destacar que un simple favorecedor de
la eliminación de los desechos es la propia presión hidrostática que ejerce el
agua sobre la zona inmersa (Wilcock
M, 2006).
Por lo tanto, si se quiere hacer uso de los baños de contraste, hay que tener en
cuenta que existe una gran variabilidad en la forma de aplicación, tanto en el
tiempo, como en la temperatura, como en el inicio de frío o calor. Simplemente
recordar que los efectos de la temperatura, no sólo dependen de la temperatura
en sí, sino de la zona a tratar y de la fisiopatología de esa zona. Lo que sí
podemos asegurar, es el efecto drenante que ejerce la presión hidrostática
sobre el cuerpo inmerso, ya sea en agua caliente, como en agua fría.